La Crónica de Benavente

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sábado, febrero 11, 2006

Ir y partir

Sinónimos o antónimos
Ir y partir
J. I. Martín Benito
Uno se va; ha tomado la decisión de irse, aunque ni él mismo sepa por cuánto tiempo. Se puede ir desairado, con viento fresco. Se puede ir al quinto pino o a la Conchinchina. Pero, se va, y punto. Se van los que han hecho una rápida visita. En la acción de irse hay como un portazo, un ¡blam! que a nadie queda indiferente.
- ¿Por qué se fue?
- No lo sé; creo que estaba harto.
El irse es un instante. Se toma la decisión y adiós. Uno dice: “me voy” y deja al interlocutor a dos velas, por más que el otro le diga “espera”. Antes los había que se iban de casa, a por tabaco, y no volvían. Hoy ya no hacen falta estas excusas, entre otras cosas porque el número de fumadores se ha reducido y, claro, el que podría tener pensado ese argumento puede pertenecer al bando de los que han decidido dejar de fumar.
Otros se van con prisa, sin apenas despedirse de los familiares ni de los vecinos. Le preguntan a la madre:
- ¿Cómo es que se han ido tan temprano?
Y esta responde, sin más explicaciones: - Tenían prisa por llegar. A lo sumo, la madre pone la disculpa del mal tiempo o de evitar el colapso de la circulación. Pero el que se ha ido, se fue, y basta. Allá él o ellos.
Partir es otra cosa, otro concepto. Conlleva una decisión más meditada, una planificación de días, de meses o, incluso, de años. Uno se prepara para partir cuidando todos los detalles: la ropa, la maleta, el dinero, las fotografías, el medio de transporte. Ordena también sus papeles, si es que no puede llevárselos consigo. Y se va sin ruido, consciente de la dificultad del retorno.
El partir indica también más distancia que el irse. El que parte pone tierra de por medio, o, incluso, las olas del mar. Cuando se parte, nadie sabe si el que ha tomado esa decisión regresará. Y es que el objetivo está en otro lugar, “plus ultra”; más allá del océano, si es preciso. Tal vez cuando uno parta, lo haga sin despedirse, porque el dolor puede ser tan alto como el de Altolaguirre. Será porque que el decir adiós, cuesta. Ya lo dice la copla:

Dicen que no son tristes
las despedidas.
Dile tú al que lo ha dicho,
que se despida.

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