La Crónica de Benavente

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domingo, febrero 19, 2006

Artículo de opinión

GIBRALTAR Y LANZAROTE
Por J. I. Martín Benito

El alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, se ha metido a vestir santos. Y falto como está de paño, no ha tenido más ocurrencia que desnudar a uno para tapar las vergüenzas de otro.
En su afán –quizás obsesión- por explotar al máximo el asunto de los papeles de Cataluña, ha decidido unilateralmente retirar el nombre a la calle Gibraltar, donde se encuentra el Archivo de la Guerra Civil española, y trocarle el nombre por el de “calle del Expolio”.
¿Cabe interpretar este gesto como que Lanzarote –esto es el PP salmantino- ha renunciado a la reivindicación patriótica del “Gibraltar español”? o que, en todo caso, ¿supedita la reclamación gibraltareña a los papeles expoliados a la Generalitat por las tropas nacionales? Porque, si de verdad quiere perpetuar la “afrenta”, bien podría colocar una placa, tipo cantar de gesta, que para eso otros ya le precedieron en épico poema cidiano y, en consecuencia, emular el episodio de la “afrenta de Corps”.
Que Salamanca, cuna del Renacimiento, trate de desterrar una de las columnas de Heracles –Gibraltar- del solar de la memoria salmantina y, por tanto, española, por mor de la particular cruzada de su alcalde contra el Gobierno de España, no deja de ser una contradicción, cuando no una estridencia.
Y esta es la gran contradicción de Lanzarote: se quiere aferrar a unos papeles que no son suyos –que guardan el recuerdo y la memoria de familias e instituciones- y tira por la borda –para gran regocijo seguramente de los británicos- la memoria hispánica del Peñón, tierra española ocupada desde el Tratado de Utrecht en 1713.
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