La Crónica de Benavente

vallesbenavente@terra.es

viernes, febrero 17, 2006

Prender y raptar (y II)

Sinónimos o antónimos
Prender

J. I. Martín Benito

El prendimiento conlleva una orden. Nadie actúa si no es bajo mandamiento expreso. Prender es tomar, arrestar, apresar –en el sentido de llevarse preso o cautivo a alguien-.
Lo malo de la cautividad es la pérdida de la libertad. Y es que, en efecto, en el acto de prender se tiene la intención de privar a alguien de su libertad. Se justifica argumentando que ese alguien ha cometido un delito y tiene que ser puesto a buen recaudo. Lo de bueno se dice por la cárcel, por lo que también aquí hay apreciaciones subjetivas. Seguramente para el apresado el recaudo no le merecerá tal calificativo. Mucho menos si el lugar es lóbrego y oscuro.
Prendieron a Segismundo y lo encerraron, sin que éste supiera las causas y, así, se desesperaba clamando a los cielos y preguntando por el delito cometido.
A veces el delito es, simplemente, eso, nacer; con lo que se pone de manifiesto que no en todo prendimiento obran causas justas.
El prendimiento conlleva detención, pero ejercida esta con más fuerza. No se olvide que prender es también asir. El que prende toma, sujeta, agarra. Al apresado se le esposa o se le ata. Hubo tiempos en que se le cargaba de cadenas, por lo que a su carga de culpa, el reo debía añadir también el peso de los eslabones.
El prendimiento siempre conlleva la panoplia de los corchetes, de los alguaciles o de quienes ejecutan el mandato. Generalmente la detención tiene lugar bajo la presencia de las armas, aunque, las más de las veces, esta presencia sea meramente testimonial. Pero, de entrada, ya hay una intimidación sobre el que va a ser apresado.
Claro que, en algún caso, el reo puede estar ausente y apenas sentir que le están prendiendo. Así, ajeno a los sayones y al pelotón que le tomaba, pintó el Greco el Expolio de Cristo. Las armas están presentes, pero no parecen intimidar al de Nazaret, más pendiente de mirar al cielo, tal vez buscando el consuelo de lo alto.
En ocasiones, el prendimiento es el último recurso, después de haberlo intentado “por las buenas”, algo así como una situación forzada para quien toma la decisión. Es lo que le pasó a Pedro Crespo, el alcalde de Zalamea, que después de tanto insistir con don Álvaro para que se desposara con su burlada hija, cansado de implorar arrodillado, se irguió y, echando mano de su jurisdicción, mandó prenderle y echarle unos grillos. Y todo, porque entendía el de Zalamea que el soldado había mancillado el honor de su familia. En este, como en otros asuntos, el honor no es cuestión menor, al contrario, “el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios”.

Así que prender conlleva la cárcel, el cautiverio... y este puede conducir a la muerte o al olvido, que este es también una manera de morir. El prendimiento del huerto de los olivos condujo a la pasión de Jesús de Nazaret y el del capitán calderoniano a la ejecución y a la reparación del honor mancillado.
Volviendo al primero: el expolio tiene lugar en un ambiente nocturno. Goya lo imaginó a la luz de un farol, o de un rayo de luna, con un Cristo inestable, vapuleado por una multitud vociferante, pero también ajeno al momento, ensimismado en sus reflexiones de lo que habría por venir.
Foto: El expolio, del Greco y El prendimiento, de Francisco de Goya.
Estad atentos: Próximas entregas de Sinónimos o antónimos.

relojes web gratis