La Crónica de Benavente

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domingo, febrero 04, 2007

Cuaderno del Este: Nuevos santuarios (1)

GUERREROS Y OKUPAS
Por José I. Martín Benito

Es Barcelona ciudad de torres en progresión. A las de la villa Olímpica terminarán por unirse algún día, quién sabe cuándo, las de la Sagrada Familia, aunque para eso tengan que pasar otros cien años. Vista la progresión de los trabajos desde el diseño de Gaudí, El Escorial debería dejar de ser el prototipo en la tardanza de una obra en España.
En estas divagaciones andaban los viajeros cuando pudieron entrar en el recinto y admirar el esqueleto del templo expiatorio catalán. A pie de obra. Faltaban el capataz y los obreros, pero el escenario de la construcción allí estaba, ocupando la nave central: piedras, andamios y herramientas. Eso sí, todo dentro de un cierto orden. Se ve que los que aquí trabajan han procurado hacer visible también su labor. Los transeúntes dan la vuelta por las naves laterales y elevan sus ojos a los pilares y a las bóvedas, preñado todo ello de formas orgánicas y naturales, con resabios goticistas.
El día anterior estuvieron los viajeros en el Forum de las Culturas, enclavado en terrenos ganados a la marginalidad, con un Bessós recuperado. No se busquen aquí los ecos de la Expo sevillana, pues el visitante no los encontrará. Lo más parecido es el calor y los altos precios. Es el Forum lugar de encuentro, por lo que conviene adentrarse con espíritu solidario e integrador de la aldea global, de la búsqueda y conciencia en un equilibrio sostenible, necesario en un planeta amenazado. Eso dicen ahora los viajeros, después de haber pasado todo un día recorriéndolo, pero en realidad la llamada fue otra: acudieron por el reclamo de los guerreros de Siam, un ejército del mundo subterráneo exhumado de la tierra china para asombro primero de arqueólogos y, ahora, de turistas. Los soldados de terracota han viajado miles de kilómetros para asomarse a occidente y tender así un largo puente, una nueva “ruta de la seda”.
Pero estábamos en la Sagrada Familia: un templo y un mercado. Paradojas evangélicas. Será mejor así, pues lo denarios que dejan los miles de visitantes contribuirán a empujar hacia las alturas el sueño de Gaudí.
Los viajeros han estado por la mañana en el Camp Nou y han invadido el sancta-sanctorum. Al contrario que los templos de la antigüedad, donde la entrada estaba permitida sólo al oficiante, en este nuevo santuario se favorece que los fieles penetren hasta el mismo corazón. Claro que aquí se confunde la cella con el opistodomos, pues el tesoro es el propio objeto de culto y las reliquias, en lugar de las sandalias del pescador, son las botas con las que Koeman marcó en Wembley el gol más famoso en toda la historia de los “culés”. Además, los trofeos hacen aquí las veces de vasos sagrados y la copa de Europa encarna a un nuevo Grial. De modo que si el Barça es algo más que un club, las instalaciones del Camp Nou son algo más que un estadio. Son, a la vez, templo, santuario, mercado y emporio. Hay aquí ahora más fieles que en la catedral de Barcelona, incluso tantos o más que en la obra inacabada de Gaudí.
A media tarde pretenden los viajeros visitar La Pedrera con la excusa de una exposición sobre escultura del Méjico precolombino. Pero está cerrada a cal y canto. Preguntan. Tras las acristaladas puertas dos guardias de seguridad y una mujer. “Problemas técnicos”, les dicen. Luego, más tarde, de regreso al hotel, conocerán la respuesta. Mejor aún, se darán de bruces contra ella. A partir de la Plaza de España, las calles hacia el Barrio de Sants están cortadas. Coches celulares y policías, contenedores ardiendo, barricadas... Los “okupas” se han rebelado por la mañana ante el desalojo de una de unas de sus sedes en el barrio: la fábrica Hamsa. Como respuesta entraron en la Pedrera, se encadenaron y se colgaron de las ventanas... Ajenos a todo ello, más de una hora tardan los desinformados viajeros en llegar al hotel desde que salieran de la villa Olímpica y se perdieran por unos momentos en el puerto. Después callejearon por un intrincado laberinto de calles cortadas, direcciones prohibidas y patrullas policiales que pasan con sus sirenas como una exhalación. Finalmente, por un largo túnel, conectan con la Diagonal y por la Carrer de Numancia acceden, ya de noche, a la Plaça dels Països Catalans. Ha sido un día largo.
Los viajeros intuyen una noche de “fiesta” en el barrio de Sants, pues durante horas llega al hotel el sonido de las sirenas. Pero el cansancio es más fuerte y se abandonan al sueño, ajenos, pero no del todo, a las escaramuzas nocturnas. Fuera late una ciudad intensamente viva.


Fotos: Sagrada Familia; guerrero de Xian; Nou Camp y disturbios en Barcelona.

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