La Crónica de Benavente

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lunes, marzo 02, 2009

Crónicas galas (5)

CRÓNICA TURONENSE
Por José Ignacio Martín Benito
No aciertan los viajeros a comprender cómo la catedral de Tours está bajo la protección de Saint-Gatien, cuando el protagonista es San Martín. Sus imágenes ocupan retablos y vidrieras y reproducen una de las leyendas más conocidas del santo, partiendo en dos su clámide y dándole la mitad al mendigo. Aquello debió ser el inicio definitivo de la revelación, que le llevó a profesar el magisterio de Hilario en Poitiers, a viajar a Italia y a realizar lo que se espera de todo santo que se precie: sanar enfermos, vencer demonios, convertir procónsules y fundar abadías.
A la postre, después de haber servido en la milicia, Martín cambió la espada por el cetro, el yelmo por la mitra y la mitad de su capa de legionario por otra pluvial. Fue así como el antiguo soldado llegó a ser obispo a orillas del Loira y, andando el tiempo, motivo de disputa entre los de Poitiers y los de Tour por la posesión de sus despojos. Se salieron con la suya los de esta ciudad y, a partir de ese momento, la ville comenzó a recibir el maná de los turistas, llamados entonces peregrinos.
Pero, tan frágil es la memoria de los hombres que el que tanto nombre dio a la ciudad sería después olvidado; su culto casi perdido, su iglesia destruida y, finalmente, demolida... Habría que esperar la regeneración. Un buen día los turonenses, para remediar su olvido y ostracismo, le levantaran una nueva basílica, con cripta incluida donde guardar sus exiguas reliquias.
Los devotos se dirigen ahora allí. A la entrada del templo -o a la salida, según se mire- los mercaderes venden recuerdos del santo y una guía del peregrino traducida a varios idiomas.
Los viajeros compran la suya en español y se dirigen ahora a la iglesia de San Julián. No podrán saber de la hospitalidad del santo, pues su casa está cerrada, y bien que lo sienten, pues ambos, Martín y Julián, están unidos al mundo de lo jacobeo.
La peregrinación de los viajeros es hoy rápida. Han hecho las tres estaciones. A los mencionados templos, han añadido un cuarto: el Teatro Municipal, pero la encargada les advierte que está fermée. Por intención que no quede.

* * *
Tours, Luynes, Bréaux, Langeais, Saumur, Beaumois, Angers... son tan sólo algunos de los más de sesenta castillos del Loira que incluyen las guías turísticas. Los aristócratas han decidido abrir sus puertas a la clase media y enseñan una parte de sus habitaciones –previo pago de estipendio- que así se ayudará a mantener tan ingentes mansiones. Algunas familias han querido dar a estos espacios abiertos al público un toque entre privacidad y afirmación de la propiedad, al distribuir retratos fotográficos del clan familiar en mesas y estancias decoradas, por lo demás, con exquisito gusto. Los viajeros entraron en los châteaux de Luynes y Langeais, pero el que, verdaderamente, les llamó la atención fue el de Saumur, una especie de “exin castillo”, altivamente encaramado sobre el lecho fluvial.
En el camino a Angers, el sol desciende muy deprisa tras el horizonte del río. Los viajeros quieren retener la instantánea. Un nativo baja también de su voiture y se dirige a ellos para entablar conversación acerca de la riviére, de sus châteaux y de su futura estancia en Peníscola, donde dice tener un apartamento. Los viajeros desean que el francés acabe su plática cuanto antes, pues el sol se va por segundos, pero no quieren resultar descorteses. Finalmente, cuando el inesperado “asaltante” retorna a la ruta, el sol se ha ido; por si fuera poco, la batería de la cámara esta agotada. Deberían saber que el sol no espera.
La carretera se adapta al curso del Loira y sirve a la vez de dique de contención. Estos días el río baja ancho, desbocado, inundando las márgenes. Algunas docenas de vacas pastan en sus riberas. Ignoran los viajeros qué viento las fecundará, pero intuyen que si en el Tajo las yeguas daban unos potros velocísimos, aquí la calidad del queso debe estar garantizada.
Con estos y otros pensamientos, se plantan en Angers, pero no entrarán en ella. Así que tendrán que conformarse con la silueta de la ciudad, cuando la atravesaron en su ruta matutina hacia Tours.
Fotos: Catedral y calle de Torus; castillo de Saumur.

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